viernes, 30 de agosto de 2019




FUNDAMENTOS DEL CRISTIANISMO
MODULO Nº 4
LA COMUNIDAD CRISTIANA, LA FRATERNIDAD FRENTE A LA JUSTICIA SOCIAL Y LA VIDA SACRAMENTAL

La definición de una «Comunidad Cristiana» resulta muchas veces difícil, debido a que no es una comunidad única, sino un grupo de comunidades, además está constituida por múltiples relaciones de los miembros de cada comunidad, los postulados presentes por diversos autores y sus relaciones tienen puntos de vista particular.


Son embargo, podemos señalar que una comunidad cristiana es un grupo de personas, líderes y seguidores que comparten un estilo de vida y adoración por la cual se rigen, tanto sus creencias como sus costumbres haciéndolas primordial a la hora de ejercer decisiones y actos en adoración a Dios y su hijo. En este contexto, podemos sistematizar la teología comunitaria, con la perspectiva de que nos aporte alguna pauta a tener en cuenta en nuestras comunidades actuales, con los siguientes términos:

  • Carácter Sacramental de la Comunidad. «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» afirma Jesús en el evangelio según San Mateo. De esta forma Jesús garantiza su presencia en la comunidad, si ésta lo es en su nombre suyo. Por ello, la comunidad cristiana es el signo sacramental de la continuidad de la presencia del Resucitado en cada generación.
  • Acogida del Reino. Es esta una actitud individual y, a la vez, comunitaria. Para entrar en el Reino hay que tener el corazón de un niño, saberse en manos de Dios. Ello genera una confianza radical en Dios y una dependencia filial de Él, a la vez que excluye, de la relación comunitaria, considerarse más importante que otros, o bien evitar altanerías y autosuficiencias frente a los hermanos, particularmente los más sencillos.
  • Unión Fraterna. La unión fraterna se expresa en la unanimidad, que no significa pensar todos igual, sino en sentir con un solo corazón y una sola alma. La unanimidad se expresa en la búsqueda de un consenso común, en la armonía comunitaria, en la paz con todos; no porque no existan disensiones o incluso conflictos, sino porque, más allá del conflicto, todos se saben igualmente llamados al servicio de un único Cristo.
  • Solidaridad. En la comunidad apostólica todos sus miembros deben compartir sus alegrías y desencantos, debe existir solidaridad con la necesidad de los demás, compartir lo que se tienen y ayudarse mutuamente para soportar las cargas personales y familiares.
  • Hospitalidad. Debido al carácter itinerante de los numerosos miembros y misioneros del Evangelio en la edad apostólica, y la continua comunicación entre las comunidades mediante el envío de emisarios o hermanos de cada misión, la hospitalidad constituye la acogida de esos misioneros y de esos hermanos en las casas cristianas, lo que representa el oír sus enseñanzas y sus reflexiones, proporcionando las comodidades para la continuación de su viaje, o su regreso a casa.
  • El Respeto, la Corrección Fraterna y el Perdón. Las buenas relaciones que se establecen dentro de las comunidades apostólicas han sufrido muchas veces de conflictos y enfrentamientos. Por esta razón siempre se ha insistido en el respeto hacia los hermanos más débiles en su fe: evitando por una parte el desprecio y, por otra, el escándalo, rechazando totalmente toda conducta que pueda apartar al hermano la fe en Cristo o de su pertenencia a la comunidad.
  • La Fracción del Pan y la Oración. Esta acción constituye un ritual cristiano o gesto sacramental que representa la presencia de Cristo en la comunidad apostólica. En efecto, esta presencia sostiene la vida de la comunidad e impulsa hacia la misión. Por otra parte, la oración de la comunidad apostólica constituye un símbolo de alabanza e intercesión. Alabamos a Dios para agradecer sus obras dentro de la comunidad y a favor de las personas que hacemos vida dentro de esta comunidad cristiana. Además, a través de la intersección obtenemos las pruebas y la libertad interior necesaria para testimoniar la Resurrección en un ambiente hostil o indiferente.
  • Comunidad en Conflicto. Siempre han existido los conflictos dentro y entre las comunidades cristianas. Diversos autores, como el escritor de Hechos nos describen los caminos que recorrió la comunidad apostólica para resolver el importante conflicto de la aceptación de los no judíos. En la actualidad, su proceder resultar iluminado para las diversas comunidades cristianas.
  • Respeto hacia los Dirigentes. En la carta a los hebreos su autor invita a la comunidad a respetar a los dirigentes, a imitar su vida y su fe, y a facilitarles la tarea animadora evitando de ponerles trabas. Esto señala la importancia del eje binario comunidad – apóstol o evangelista. Es por ello, que en la medida que se mantenga el respeto y se facilite su magisterio, se construye comunidad.
  • Perseverancia en la Tribulación. Hace referencia a los conflictos alrededor la las comunidades cristianas. En especial a la persecución sufrida por parte de las sinagogas judías o por parte de las autoridades romanas. De esta forma, se debe mantener un llamado a la paciencia y perseverancia en momentos de tribulación. En medio de la tribulación, las comunidades apostólicas deben mantener la esperanza para revitalizar la situación actual.
  • Testimonio de la Resurrección. Los apóstoles y la comunidad apostólica deben dar testimonio de la Resurrección de Cristo mediante signos eficaces. De esta forma, liberando a endemoniados, curando a enfermos, resucitando a difuntos, hablando con libertad frente al Sanedrín. Por ello la vida comunitaria permite liberar al Resucitado convirtiéndose en un sacramento.
  • Significatividad de la Comunidad. Las comunidades cristianas a pesar de mantenerse perseguidas por las leyes judías y romanas gozaban de gran aprecio de las clases populares, eran bien vistas por los más necesitados. De hecho, eran significativas, por su coherencia de vida con el Evangelio y por el testimonio que daban de él.


Finalmente, la comunidad apostólica representa el sacramento de la presencia del Resucitado, que acoge la presencia del Reino con un corazón de niño; que vive en continua fidelidad al Evangelio, con unión fraterna y solidaridad entre sus miembros, acogiendo a los forasteros, respetando a los débiles, corrigiendo a los caídos, y perdonando a todos. La comunidad apostólica constituye la casa de comunión en un mundo dividido y fragmentado, siendo una escuela de comunión que nos impulsa a hacer una vida fraterna, signo sencillo pero eficaz de la presencia del Resucitado en nuestro mundo.

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